Un día para aprender:
Otro larguísimo día que terminó de convencerme que el cariño de la gente es la recompensa más grata que uno puede encontrar en esta inexplicable experiencia.
Me sorprendí con César, uno de esos niños que encarnan la inocencia y la tranquilidad de ser lo que se es, sin aparentar ni impresionar más que con su implacable sinceridad al mirar.
Hoy entre el espejismo del silencio total y la energía de un pueblo que agradece el temor de los forasteros, sentí que el tiempo se detuvo entre aulas, pasillos y niños dispuestos a enfriarnos bajo una actitud y ambiente que podía derretirme.
Hoy si hay tiempo y muchas fuerzas para escribir, pero claramete no encuentro las palabras precisas, ni podré llevar de vuelta toda esa sensación de calma y violencia de querer ser más gracias a una generación que la tiene clara y que sin duda brilla más que el sol insaciable de su comunidad.
Salí hace años de el colegio, pero cuando volví a entrar una sala me di cuenta de lo mucho que podemos seguir aprendiendo.
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